Era
una helada tarde de diciembre, la nieve
caía levemente formando una fina capa blanquecina en las desoladas calles de la
ciudad. Los comercios ya se encuentran
cerrados, las personas caminaban a paso
apresurado cargando bolsas llenas de compras de última hora desando llegar a
sus hogares antes que la penumbra cubra todo alrededor. Los faroles empiezan a ser encendidos, las casas comienzan a lucir sus esplendidos
juegos de luces que ayudan a dar calidez a tan frío atardecer. Pronto oscurece, la nieve cae con más fuerza
casi convirtiéndose en tormenta, es la señal que marca el inicio de la
nochebuena. Un aroma a pino, incienso,
canela y chocolate envuelven todos los ambientes y una sola palabra puede darle
significado especial a tan esperada velada: Familia.
La
navidad es una ocasión en la que nadie desea estar solo; sentimientos de
nostalgia y soledad envuelven a cualquiera que se encuentre lejos de su
hogar. Las estaciones de tren se
encuentran abarrotadas de multitudes que, desesperadas, buscan un boleto para
el último tren que parte de Seattle a Nueva York. Son las 5:28 pm. Pronto partirán.
-
“Vamos, vamos, ya es tarde!!”- exclama mientras golpetea la ventanilla con sus
nudillos, queriendo apurar a las ultimas personas que están abordando. Un silbido anuncia la partida, muchos se acercan a las ventanas para
despedirse de sus seres queridos, el simplemente desea llegar. Lleva consigo una maleta malhecha por el
apuro en el que salio y un telegrama en la mano que le anunciaba una noticia
que no esperaba sino hasta dentro de dos semanas – “por que tenia que ser justo hoy?, que no podía esperar dos semanas,
cuando ya estuviera en casa?- se preguntaba a si mismo mezclando dentro de
si ansiedad con felicidad y temor. Era
la primera vez que se ausentaba durante tanto tiempo, y aunque estuvo renuente
a irse, fue ella quien le convenció asegurándole que todo estaría bien. Claro esta que el es conciente que este tipo
se eventos no avisan, a veces ni siquiera se planifican.
El
tren avanza por las vías que cruzan los valles y prados nevados del norte de
los Estados Unidos. Es un expreso, así
que existe la esperanza que estén en su destino antes de la media noche. Leia una y otra vez el telegrama que hace un
par de horas había recibido:
Se
encontraba leyendo unas líneas en su tranquilo cuarto de hotel. Había pedido en recepción que no le pasaran
llamadas ni visitas y que tampoco quería ningún tipo de interrupción mientras
allí se encontrara. Así había pasado los días, hasta esa tarde, cuando una
insistente llamada interrumpía su tan concentrada lectura, se rehusaba a
contestar y comenzaba a irritarse; estaba a punto de salir y dirigirse a la
recepción para llamar la atención de quien sea le estuviera llamando, pero
cuando abrió la puerta se encontró con un apenado y temeroso botones que no
hizo mas que entregarle el telegrama y retirarse sin esperar propina. El gesto le causo algo de gracia, y aunque
seguía determinado en ir a la recepción, la premura con que le fue entregado el
telegrama le dijo que lo mejor seria leerlo en ese instante. Sus ojos casi se salen de sus orbitas al ver
el mensaje, era realmente urgente que partiera en ese mismo instante hacia Nueva
York. Era un mensaje simple pero conciso.
No necesitaba decir nada mas, quien lo envió sabia que con las pocas
palabras escritas el entendería perfectamente el mensaje y sabría lo que tenia
que hacer, pero como conseguiría un boleto el 24 de diciembre y casi al
anochecer? Tendría que utilizar la táctica que menos le gustaba, su condición
de figura publica.
Así
fue como logro convencer a la linda
boletera de la estación, un sutil
roce de manos, una encantadora mirada y la promesa de regresar para pagarle el
favor. En realidad había sido un golpe de suerte, pero lo importante en este
momento era llegar a donde su corazón le necesitaba. Faltaban 50 km. para llegar a su destino,
cuando el tren aminoro la marcha y finalmente se detuvo. Los pasajeros especulaban sobre lo que había
sucedido, entonces llego el conductor al vagón donde el se encontraba e hizo un
anuncio devastador:
-
Una gran nevada ha bloqueado las vías y tendremos que
esperar hasta que las limpien
-
Y eso cuanto tiempo llevara?- pregunto sin ocultar su molestia y ansiedad
-
Probablemente este listo por la mañana – contesto el conductor retirándose rápidamente del
vagón, antes que le hicieran mas preguntas.
“mañana?, será demasiado tarde…- pensó, y una resolución le lleno de urgencia su
ser. Llegaría a Nueva York, por el medio
que fuera, pero llegaría hoy. Tomo su
maleta y se bajo del tren seguido por las miradas curiosas del resto de
pasajeros. Estaban parados en medio de
un desolado paraje, no parecía haber nada cerca, pero su determinación le hizo
sopesar el frío y le dio fuerzas para caminar hasta encontrar el pueblo más
cercano. Quince kilómetros después
vislumbro unas tenues luces en medio de la oscuridad. Se dirigió a ellas con paso mas apresurado,
llego a un caserón que parecía abandonado, pero si había luces adentro significaba
que alguien habitaba allí. Toco la
puerta hasta casi botarla, una pequeña figura anciana respondió a su llamado,
con sigilo abrió la puerta y espero a que le dieran una buena razón para
haberla levantado.
-
Señora buenas noches, no represento ningún peligro
para usted, soy un pasajero del tren que se ha quedado varado y realmente
necesito llegar a Nueva York esta noche, tendrá usted algún medio de transporte
que pueda proporcionarme, yo le pagare, le dejare mis pertenencias, hare lo que
usted quiera, pero por favor, ayúdeme-
le mostró un documento de identificación y el telegrama que había recibido por
la tarde. La anciana tomo ambos papeles,
les dio un vistazo y luego una mirada mas al hombre en su puerta. Una sonrisa
complaciente se dibujo en el rostro de la abuelita, y el se sintió aliviado.
-
Toma la carreta y uno de los caballos que esta atrás,
hijo, pero la quiero de vuelta!
-
Por supuesto señora, se lo prometo, yo regresare con
sus cosas, no se preocupe, gracias, muchas gracias.
Corrió
hacia donde le habían indicado dando gracias por los dos golpes de suerte que
lleva hasta ahora, primero el boleto y ahora una carreta, no era el transporte
ideal, pero le ayudaría a llegar, ya faltaba poco y si el caballo colaboraba,
estaría antes de media noche en Nueva York.
Opto por tomar únicamente el caballo, sabia que la carreta lo atrasaría;
de su maleta tomo el único abrigo que había logrado empacar y con una bufanda
se cubrió la cara para protegerse del helado viento. Por lo menos la nieve había cesado, eso le
daría ventaja y podría llegar mas rápido.
Paso por la puerta de la señora despidiéndose y esta, mientras se
alejaba le grito “feliz navidad y suerte”.
El respondió con la mano y cabalgo lo mas rápido que pudo, faltan 35 km.
para su destino. Corrió y corrió sin
parar por la carretera, dos horas después entro a los límites de la ciudad, las campanas de media noche comenzaron a
replicar, el siguió avanzando hasta encontrarse frente a esa casona, que antes
le parecía vacía y muerta, y extrañamente ahora le daba la bienvenida con un
delicioso calor abrazador.
Entro
sin tocar, con la respiración agitada y sumamente agotado.
-
Terry!!
-
Albert, mi amigo- ambos se dieron un fuerte abrazo, junto a el otras dos miradas
sorprendidas también suspiraron de alivio.
-
Ya era hora que llegaras
-
Es un gusto saludarte Archie – contesto en tono socarrón, sin embargo se notaba
el aprecio que le tenia a su ahora medio cuñado.
-
Por favor, señor Granchester, le están esperando- dijo George, indicándole el camino hacia la
habitación principal. Terry dio un gran
suspiro y lentamente subió las gradas. Mientras
caminaba, dejo caer el telegrama que le acompaño durante todo el camino, Archie
lo recogió y leyó:
CANDY punto BEBE punto AHORA punto
-
Por Dios Albert, pudiste haber sido mas sutil
-
No hubiera tenido el mismo efecto – contesto Albert, dejando notar una gran felicidad.
Ambos
rieron suavemente, y una vez mas brindaron por la familia.
Terry
sentía como si el corazón fuera a salir por su boca, cada respiración se volvía mas y mas agitada,
llego frente a la puerta, suavemente giro el picaporte y lo que vio le quito el
aliento. Recostada sobre impecables sabanas blancas se encontraba su ángel
rubio, con un querubín rosado entre sus brazos.
Se acerco, deposito un suave beso en la frente de Candy y luego en su
boca; ella, a pesar de presentar un semblante agotado, le sonrío, le dijo “es
una niña” y le extendió a la
pequeña bebe para que la abrazara. Con
brazos temblorosos y el corazón rebalsando de alegría, se llevo a su hija hacia
la mecedora que estaba junto a la cama y le dijo:
-
Mi dulce mini pecas, quieres que te cuente tu primer
anécdota de navidad?, todo comenzó un 24
de diciembre, cuando tu papi recibió un telegrama….
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