viernes, 22 de junio de 2012

TU PRIMER ANÉCDOTA DE NAVIDAD



Era una helada tarde de diciembre,  la nieve caía levemente formando una fina capa blanquecina en las desoladas calles de la ciudad.  Los comercios ya se encuentran cerrados,  las personas caminaban a paso apresurado cargando bolsas llenas de compras de última hora desando llegar a sus hogares antes que la penumbra cubra todo alrededor.  Los faroles empiezan a ser encendidos,  las casas comienzan a lucir sus esplendidos juegos de luces que ayudan a dar calidez a tan frío atardecer.  Pronto oscurece, la nieve cae con más fuerza casi convirtiéndose en tormenta, es la señal que marca el inicio de la nochebuena.  Un aroma a pino, incienso, canela y chocolate envuelven todos los ambientes y una sola palabra puede darle significado especial a tan esperada velada: Familia.

La navidad es una ocasión en la que nadie desea estar solo; sentimientos de nostalgia y soledad envuelven a cualquiera que se encuentre lejos de su hogar.  Las estaciones de tren se encuentran abarrotadas de multitudes que, desesperadas, buscan un boleto para el último tren que parte de Seattle a Nueva York.  Son las 5:28 pm. Pronto partirán.

-         “Vamos, vamos, ya es tarde!!”- exclama mientras golpetea la ventanilla con sus nudillos, queriendo apurar a las ultimas personas que están abordando.  Un silbido anuncia la partida,  muchos se acercan a las ventanas para despedirse de sus seres queridos, el simplemente desea llegar.  Lleva consigo una maleta malhecha por el apuro en el que salio y un telegrama en la mano que le anunciaba una noticia que no esperaba sino hasta dentro de dos semanas – “por que tenia que ser justo hoy?, que no podía esperar dos semanas, cuando ya estuviera en casa?- se preguntaba a si mismo mezclando dentro de si ansiedad con felicidad y temor.  Era la primera vez que se ausentaba durante tanto tiempo, y aunque estuvo renuente a irse, fue ella quien le convenció asegurándole que todo estaría bien.  Claro esta que el es conciente que este tipo se eventos no avisan, a veces ni siquiera se planifican.

El tren avanza por las vías que cruzan los valles y prados nevados del norte de los Estados Unidos.  Es un expreso, así que existe la esperanza que estén en su destino antes de la media noche.  Leia una y otra vez el telegrama que hace un par de horas había recibido:

            Se encontraba leyendo unas líneas en su tranquilo cuarto de hotel.  Había pedido en recepción que no le pasaran llamadas ni visitas y que tampoco quería ningún tipo de interrupción mientras allí se encontrara. Así había pasado los días, hasta esa tarde, cuando una insistente llamada interrumpía su tan concentrada lectura, se rehusaba a contestar y comenzaba a irritarse; estaba a punto de salir y dirigirse a la recepción para llamar la atención de quien sea le estuviera llamando, pero cuando abrió la puerta se encontró con un apenado y temeroso botones que no hizo mas que entregarle el telegrama y retirarse sin esperar propina.  El gesto le causo algo de gracia, y aunque seguía determinado en ir a la recepción, la premura con que le fue entregado el telegrama le dijo que lo mejor seria leerlo en ese instante.   Sus ojos casi se salen de sus orbitas al ver el mensaje, era realmente urgente que partiera en ese mismo instante hacia Nueva York. Era un mensaje simple pero conciso.  No necesitaba decir nada mas, quien lo envió sabia que con las pocas palabras escritas el entendería perfectamente el mensaje y sabría lo que tenia que hacer, pero como conseguiría un boleto el 24 de diciembre y casi al anochecer? Tendría que utilizar la táctica que menos le gustaba, su condición de figura publica.

Así fue como logro convencer a la linda  boletera de la estación,  un sutil roce de manos, una encantadora mirada y la promesa de regresar para pagarle el favor. En realidad había sido un golpe de suerte, pero lo importante en este momento era llegar a donde su corazón le necesitaba.  Faltaban 50 km. para llegar a su destino, cuando el tren aminoro la marcha y finalmente se detuvo.  Los pasajeros especulaban sobre lo que había sucedido, entonces llego el conductor al vagón donde el se encontraba e hizo un anuncio devastador:

-         Una gran nevada ha bloqueado las vías y tendremos que esperar hasta que las limpien
-         Y eso cuanto tiempo llevara?- pregunto sin ocultar su molestia y ansiedad
-         Probablemente este listo por la mañana – contesto el conductor retirándose rápidamente del vagón, antes que le hicieran mas preguntas.

“mañana?, será demasiado tarde…- pensó, y una resolución le lleno de urgencia su ser.  Llegaría a Nueva York, por el medio que fuera, pero llegaría hoy.  Tomo su maleta y se bajo del tren seguido por las miradas curiosas del resto de pasajeros.  Estaban parados en medio de un desolado paraje, no parecía haber nada cerca, pero su determinación le hizo sopesar el frío y le dio fuerzas para caminar hasta encontrar el pueblo más cercano.  Quince kilómetros después vislumbro unas tenues luces en medio de la oscuridad.  Se dirigió a ellas con paso mas apresurado, llego a un caserón que parecía abandonado, pero si había luces adentro significaba que alguien habitaba allí.  Toco la puerta hasta casi botarla, una pequeña figura anciana respondió a su llamado, con sigilo abrió la puerta y espero a que le dieran una buena razón para haberla levantado.

-         Señora buenas noches, no represento ningún peligro para usted, soy un pasajero del tren que se ha quedado varado y realmente necesito llegar a Nueva York esta noche, tendrá usted algún medio de transporte que pueda proporcionarme, yo le pagare, le dejare mis pertenencias, hare lo que usted quiera, pero por favor, ayúdeme- le mostró un documento de identificación y el telegrama que había recibido por la tarde.  La anciana tomo ambos papeles, les dio un vistazo y luego una mirada mas al hombre en su puerta. Una sonrisa complaciente se dibujo en el rostro de la abuelita, y el se sintió aliviado.
-         Toma la carreta y uno de los caballos que esta atrás, hijo, pero la quiero de vuelta!
-         Por supuesto señora, se lo prometo, yo regresare con sus cosas, no se preocupe, gracias, muchas gracias.

Corrió hacia donde le habían indicado dando gracias por los dos golpes de suerte que lleva hasta ahora, primero el boleto y ahora una carreta, no era el transporte ideal, pero le ayudaría a llegar, ya faltaba poco y si el caballo colaboraba, estaría antes de media noche en Nueva York.  Opto por tomar únicamente el caballo, sabia que la carreta lo atrasaría; de su maleta tomo el único abrigo que había logrado empacar y con una bufanda se cubrió la cara para protegerse del helado viento.  Por lo menos la nieve había cesado, eso le daría ventaja y podría llegar mas rápido.  Paso por la puerta de la señora despidiéndose y esta, mientras se alejaba le grito “feliz navidad y suerte”.  El respondió con la mano y cabalgo lo mas rápido que pudo, faltan 35 km. para su destino.  Corrió y corrió sin parar por la carretera, dos horas después entro a los límites de la ciudad,  las campanas de media noche comenzaron a replicar, el siguió avanzando hasta encontrarse frente a esa casona, que antes le parecía vacía y muerta, y extrañamente ahora le daba la bienvenida con un delicioso calor abrazador.
Entro sin tocar, con la respiración agitada y sumamente agotado.

-         Terry!!
-         Albert, mi amigo- ambos se dieron un fuerte abrazo, junto a el otras dos miradas sorprendidas también suspiraron de alivio.
-         Ya era hora que llegaras
-         Es un gusto saludarte Archie – contesto en tono socarrón, sin embargo se notaba el aprecio que le tenia a su ahora medio cuñado.
-         Por favor, señor Granchester, le están esperando- dijo George, indicándole el camino hacia la habitación principal.  Terry dio un gran suspiro y lentamente subió las gradas.  Mientras caminaba, dejo caer el telegrama que le acompaño durante todo el camino, Archie lo recogió y leyó:

CANDY punto BEBE punto AHORA punto

-         Por Dios Albert, pudiste haber sido mas sutil
-         No hubiera tenido el mismo efecto – contesto Albert, dejando notar una gran felicidad.

Ambos rieron suavemente, y una vez mas brindaron por la familia.

Terry sentía como si el corazón fuera a salir por su boca,  cada respiración se volvía mas y mas agitada, llego frente a la puerta, suavemente giro el picaporte y lo que vio le quito el aliento. Recostada sobre impecables sabanas blancas se encontraba su ángel rubio, con un querubín rosado entre sus brazos.  Se acerco, deposito un suave beso en la frente de Candy y luego en su boca; ella, a pesar de presentar un semblante agotado, le sonrío, le dijo “es una niña”  y le extendió a la pequeña bebe para que la abrazara.  Con brazos temblorosos y el corazón rebalsando de alegría, se llevo a su hija hacia la mecedora que estaba junto a la cama y le dijo:

-         Mi dulce mini pecas, quieres que te cuente tu primer anécdota de navidad?,  todo comenzó un 24 de diciembre, cuando tu papi recibió un telegrama….

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