martes, 9 de diciembre de 2014

Duo Fatal

El día que me dejaron plantada en el altar, pensé que moriría.  Tantos años habían pasado para finalmente llegar a este día, y que el maldito bastardo no se presentara. Humillada, destrozada, me cerré a la vida a llorar mi desgracia.
Días después, con el vestido raído y sucio, con la cara manchada y el cuerpo que demandaba alimento, llegó el consuelo.  – Por eso nunca hay que darlo todo-, me dijo – ellos siempre encontrarán la manera de destrozarte-
Ella lo sabía bien.  Aunque no habíamos pasado por la misma experiencia, ella era una fortaleza impenetrable, no había hombre que pudiera llegar a su corazón.  Sus experiencias tempranas con el amor la hicieron asi, no la culpo, yo también contribuí. 
Enséñame –le pedí- enséñame a ser como tu, no quiero volver a sufrir- Ella se rió de mi, pero el rencor que albergaba la convenció, y poco a poco aprendí a obtener lo que quiero sin que esperen algo de mi.

Es una fachada, ahora lo se.  Un mecanismo de defensa que tal vez nunca se pueda disolver.  Pero mientras nos tengamos una a la otra, ya nada nos podrá sorprender.

Elisa y Candy, un dúo fatal, quien diría que algún día llegaría a pasar. 

Cruzar Miradas

Cruzar miradas es adictivo.  Gallardo, sentado al otro lado de la mesa, elegante, entrelazando los dedos con la mujer que lleva un anillo igual al tuyo. Hipócrita, porque la ves con ternura, y a mi con deseo.
¿Que no puede ser? Pero si ya ha sido! No era tensión, era más que excitación.  Es toda una vida de sueños reprimidos, relaciones impuestas, amigos perdidos.  Rozaste tu piel contra mi pecho y el fuego se desató, bautizamos el comedor con el sudor de nuestros cuerpos, llevaremos a la tumba por siempre el secreto.   Tu eres mio, y yo de ti, eso no lo que dice la ley; ella es tuya y yo de él, ya no hay más por hacer.


Cruzar miradas es adictivo. Besas su mano, cierras los ojos a placer y sé sin que lo digas que es mi nombre el que se apodera de tu mente. Abres los ojos y me ves, también te deseo, encuéntrame después.   

La cascada

Largos y sedosos bucles azabache conformaban su cabellera, el deleite de los jóvenes, la envidia de las doncellas. Horas pasaban para que estuvieran como ella los quería lucir, pero por robar miradas, valía la pena insistir. 
  
La temporada de baile estaba en boga, las chicas casaderas luchaban por atención, ya iba siendo hora de tomar una decisión.  Parada tras la cortina, aquel joven se le acerco, “una cascada de seducción es tu cabello”, le dijo con sutil voz.  Ya ella lo amaba, y esa noche no solo su corazón le entregaba.  En medio de la pasión desenfrenada, un mechón él se robó, “mañana llegaré a tu casa”, vanamente le prometió.

Los días pasaron, la temporada acabó y por todos lados el rumor se esparció.  Ella ya no era pura, haberse dejado seducir por alguien que admiraba su cabellera había sido su sepultura. 


Su cascada de rizos desapareció, la amargura se apoderó por siempre de su corazón, ahora solo un moño lleva, ya nunca mas dejaría libre al viento a su hermosa melena.

Si muero joven

“- A mi que me envuelvan en satín!
- Yo quiero una cama de rosas!
- Ay Anthony, eso es para chicas!
- Y el satín no?
- JAJAJAJA….”

Inocentes conversaciones de niños a los que la muerte también les parece un juego.  Recién habíamos hablado con el tutor sobre los funerales egipcios y romanos, cosa mas aburrida para nosotros, ¿qué tenía eso de interesante? ¡Simplemente queríamos salir a jugar! Y cuando finalmente nos liberó, el tema, sin querer, nos siguió rondando en las cabezas.  Y como un juego también dijimos las cosas que querríamos cuando fuera nuestro turno, que claro, sería cuando estuviéramos con las cabezas blancas, la piel arrugada y los dientes faltantes; cosas graciosas en aquel entonces, quién diría que nada resultaría tal y como lo imaginábamos.

Primero fue Anthony, el mayor de los tres, el que se iría mas joven.  Y es que cuando tienes toda una vida por delante, no puedes imaginarte cómo algo tan cruel puede suceder, pero pasó y no tuvimos más opción que dejar a la muerte llevarse a nuestro amigo y vivir la vida que él ya no pudo mas.

Stear fue demasiado noble para su causa.  Patriotismo y deber debieron ser palabras que nunca tendríamos que haber conocido, fueron esas palabras las que lo llevaron a los brazos de esa dama silenciosa, que solo espera y se los lleva sin dejarlos ver atrás. Pero una caja vacía en un terreno sin plantar no cuenta como entierro.  Un escueto telegrama y una caja con objetos personales no es suficiente prueba.  Hasta que no te envuelva en satín y te ponga en una cama de rosas, para mi no estarás muerto.

Décadas han pasado ya desde que terminó la guerra.  Me rehúso a creer que ha sido en vano mi búsqueda, mi piel se ha arrugado, mi pelo se ha vuelto blanco, ya no tengo dinero, ya no tengo familia, solo me queda la esperanza de poderte encontrar.   


Y mientras veo la corriente del Sena fluir hacia el océano, remembranzas de nuestra niñez vuelven a mi mente, añoranzas de aquella vida que los tres debíamos tener.  No moriré joven, no habrá deseos que cumplir para mi, solamente uno, el que tal vez, un día de estos, seas tu quien me venga a buscar.