Largos y sedosos bucles azabache conformaban su cabellera,
el deleite de los jóvenes, la envidia de las doncellas. Horas pasaban para que
estuvieran como ella los quería lucir, pero por robar miradas, valía la pena
insistir.
La temporada de baile estaba en boga, las chicas casaderas
luchaban por atención, ya iba siendo hora de tomar una decisión. Parada tras la cortina, aquel joven se le
acerco, “una cascada de seducción es tu
cabello”, le dijo con sutil voz. Ya
ella lo amaba, y esa noche no solo su corazón le entregaba. En medio de la pasión desenfrenada, un mechón
él se robó, “mañana llegaré a tu casa”,
vanamente le prometió.
Los días pasaron, la temporada acabó y por todos lados el
rumor se esparció. Ella ya no era pura,
haberse dejado seducir por alguien que admiraba su cabellera había sido su
sepultura.
Su cascada de rizos desapareció, la amargura se apoderó por
siempre de su corazón, ahora solo un moño lleva, ya nunca mas dejaría libre al
viento a su hermosa melena.
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