Cruzar miradas es adictivo.
Gallardo, sentado al otro lado de la mesa, elegante, entrelazando los
dedos con la mujer que lleva un anillo igual al tuyo. Hipócrita, porque la ves
con ternura, y a mi con deseo.
¿Que no puede ser? Pero si ya ha sido! No era tensión, era
más que excitación. Es toda una vida de
sueños reprimidos, relaciones impuestas, amigos perdidos. Rozaste tu piel contra mi pecho y el fuego se
desató, bautizamos el comedor con el sudor de nuestros cuerpos, llevaremos a la
tumba por siempre el secreto. Tu eres
mio, y yo de ti, eso no lo que dice la ley; ella es tuya y yo de él, ya no hay
más por hacer.
Cruzar miradas es adictivo. Besas su mano, cierras los ojos
a placer y sé sin que lo digas que es mi nombre el que se apodera de tu mente.
Abres los ojos y me ves, también te deseo, encuéntrame después.
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