El atardecer caía sobre la lúgubre y solitaria casa, los árboles
asemejan grandes guardianes apostados alrededor de la propiedad, como
resguardando un tesoro al que nunca nadie ha de llegar, las hojas que caen se
arremolinan entre si buscando su mutua compañía antes de finalmente sucumbir a
su inevitable desintegración y muerte; como todo ser que vive, así también debe
morir. La naturaleza impone y acepta
esta ley sin reclamos, es parte de un ciclo, uno que lleva a algo nuevo y
mejor, por que entonces no podemos aprender de ella y simplemente aceptar…
Aquella casa una vez tuvo tanta vida, opulencia, excesos,
banalidades, supuesta felicidad, hoy ya no quedan huellas de lo que una vez fue
la majestuosa Lakewood, los jardines que con tanto ahínco se mantenían dentro
de los limites de la propiedad parecieron tomar su libertad después de tanto
tiempo y apoderarse del espacio que tantas veces les fue negado al querer subir
unas ramas por las paredes y ventanas, hoy por fin ganaron su batalla y viven
dentro, invadiendo todos los espacios que encuentran a su paso, llenando de
hojas y musgo pisos de mármol y columnas de marfil, a todos los lugares han
llegado, todos, excepto uno.
Al fondo de la mansión se encuentra una habitación con la
puerta cerrada, ha permanecido así durante años, aquellos valientes que buscaban un poco de
aventura y misterio y se adentraban en la propiedad nunca se atrevieron a
abrirla pues decían que allí vivía una bruja.
Los niños del pueblo habían crecido escuchando las historias de la mansión
fantasma, se decía que un día, después de la Gran Guerra todos habían
desaparecido y nadie sabía por que.
Solamente había quedado una señora vieja, tan solitaria y tan amarga
como la hiel; sin embargo, nadie nunca la vio entrar ni salir de allí.
Dentro de esa habitación pareciera que el tiempo no ha
pasado. En sus paredes están colgados
los cuadros de los que una vez habitaron la mansión, cada cuadro en el orden en
que los allí pintados fueron encontrando su final en este mundo y pasaron a uno
mejor, o peor, quien sabe. El joven
Anthony, con tan trágico final, encabeza
la exposición, seguido de Stear, quien con tan estupido fin logro sembrar la
inspiración en Candy para también enrolarse en la guerra y tampoco volver. Albert, en su desesperación por encontrar a
su protegida, gasto la fortuna entera de la familia, llevándolo hasta la locura
y finalmente quitarse su propia vida en esta misma habitación. Archie trato de sacar adelante la empresa,
pero la ambición de Neal lo hizo encontrarse en el momento y lugar equivocados,
siendo victima de supuestos maleantes que simplemente querían robarle. Pero Neal también pago por ese encargo, al
involucrar dinero de mafia en la compañía y no poder pagarlo de vuelta; jamás
se supo en donde quedo su cuerpo. Elisa y Sarah habían decidido rehacer su vida
en Florida, pero el tren en el que viajaban no llego a su destino. Nunca nadie supo de estas noticias, hubo
quien se encargara de encubrirlas para mantener las apariencias, pero a la
muerte también le gusta ser notada y cuando se le ignora…
Al ver que su familia iba desapareciendo, a la tía abuela
Elroy no le quedo mas que encerrarse en esa habitación a esperar que la muerte
viniera por ella. Sola, arruinada, sin
amigos, sin familia, ya no había nada más por que vivir, pero la dichosa muerte
no se apiadaba de ella, y nunca la vino a recoger. Sumida en su desdicha y amargura, juro
quedarse allí plantada para nunca ver el tiempo pasar, y en esas cuatro
paredes, con todos esos ojos vigilantes, Emilia Elroy vive, aferrada a los
brazos del sillón que la sostiene, con la mirada fija en un punto vacío,
esperando simplemente a que, algún día, finalmente llegue la muerte.